Reflexiones sobre Yama y niyama, por María Bueno (Profesora de Yoga y presidenta de Satya Yoga Badajoz) 

Yama: abstenerse de causar daño, de mentir, de robar, de placeres sensuales y de riquezas (YS.II.30), siempre se ha entendido como esas cinco restricciones o abstenciones preliminares al yoga. Es decir: requisitos que deberíamos reunir los que quisiéramos pertenecer al “club de los yoguis”. Unos requisitos que se parecen sospechosamente a mandamientos y que según se miren pueden parecer tan poco exigentes que todos podemos cumplir con facilidad o tan difíciles de cumplir que descartamos de antemano su cumplimiento. Sea por una razón o por la contraria, lo cierto es que cuando miramos a Yama optamos por hacer la vista gorda: nos limitamos a decir que son condiciones preliminares; las enumeramos, las describimos y adiós Yama, si te he visto no me acuerdo.

Es por eso que muchos practicantes de yoga no oyeron hablar nunca de Yama y Niyama y algunos profesores tampoco. Como explica Luisa Cuerda en su tesina de formación:

”… El revisionismo que a partir de los años sesenta han sufrido los valores éticos y religiosos establecidos y el resquemor hacia ellos que ha caracterizado justamente la generación que inició la práctica del yoga en occidente hacen que se desconfíe tanto de todo lo que suponga “normas” o  “principios” morales que, en el mejor de los casos se transmite una versión ligera de ellos o adaptada a la ideología o a la filosofía del grupo, una visión que no “asuste” al alumno (potencial cliente), o que aleje la idea de “secta” asociada a veces a la práctica de yoga”

De todos modos creo que el problema tiene una doble vertiente: una es, evidentemente, la falta de conocimiento por parte de los profesores y la otra es algo más evidente aún: la falta de recursos pedagógicos para transmitirlos. Urge pues que en los cursos de formación se enseñe a los futuros profesores a transmitir adecuadamente Yama y Niyama sin caer en el adoctrinamiento. Sería estupendo que en las escuelas de Yoga se dedicara a ellos al menos el mismo espacio de formación que a las posturas. Pero sé que estoy pidiendo la luna. Actualmente resulta escandaloso comprobar como la mayoría de los programas formativos de las Escuelas de Yoga son talleres monográficos de asanas de los que como es de esperar no salen instructores de yoga sino simplemente “técnicos posturales”.

Aunque, en honor a la verdad, también hay que decir que en la actualidad existen prestigiosos y cualificados profesores de yoga, que están volviendo su mirada a Yama obligando a replantearse este primer y principal anga, imprescindible para la madurez cognitiva de los practicantes.

Es cierto que, en un primer momento, justo antes de que uno se inicie en la práctica, Yama puede aparecer como ese conjunto de 5 mandamientos, o exigencias establecidas por la moral. Pero no matar, no robar, no mentir… son obligaciones que deben regir la voluntad libre de cualquier ciudadano, y con más motivo de todo aquel que se acerque a la práctica del yoga, pero el yoga no manda. El yoga no es un gobierno ni una religión y por tanto no existen reyes ni dioses que establezcan normas de obligado cumplimiento, y porque además, esas leyes y códigos morales, tan necesarios para vivir en grupo, son inherentes a toda sociedad y es a ésta y no al yoga a quien corresponde establecerlos.

El yoga como método es un proceso íntimo de liberación que funciona a base de observación y de indagación. Semejante sistema no tiene -ni podrá tener-, medidas restrictivas o coercitivas. Al contrario: el yoga es un sistema de liberación (Moksha), que tiene la libertad como meta y la libertad como método, porque sin libertad no hay conocimiento y sin conocimiento no es posible la liberación que pretende el Yoga.

Por lo tanto, lo primero que corresponde hacer al acercarse al yoga es sustituir la actitud de sometimiento y obediencia ciega o acatamiento interesado de esperanza de premio o miedo al castigo, propio del pensamiento convencional (ver niveles de conciencia de K. Wilber), por actitudes tales como la sensibilidad (actitud inherente a Ahimsa), la honestidad, (actitud inherente a Satya) la apertura (actitud inherente a Asteya), la generosidad (actitud inherente a Aparigraha), y la consagración al presente (actitud inherente a Brahmacharia), que son las que van a permitir elevar nivel de conciencia a cuotas más altas de madurez cosniciva: niyamas.

Porque los Niyamas, son como una extensión de Yama, un nivel mayor de profundización. De modo que cultivando los yamas se establecen los Niyamas. Volviendo a Wilber podríamos decir que con Yama avanzamos desde el nivel de visión dual del pensamiento convencional, al nivel adual de la conciencia universal donde se expresan los Niyamas.

Yama y Niyama, se conectan e intercambian entre sí como una red de metro de una gran ciudad donde cada estación de llegada tiene correspondencia con otras tantas porque estos diez elementos son intercambiables y combinables entre sí, y de alguna manera inseparables. Los diez juntos forman un centro desde donde el yoga fluye y hacia donde el yoga converge.

No obstante, para su didáctica y solo desde un punto de vista intelectivo, intentaremos en próximos artículos relacionar un yama con un niyama y ver como se complementan en el trabajo diario sobre la esterilla.