VOLVER LA MIRADA

por María Bueno (Profesora de Yoga y presidenta de Satya Yoga Badajoz) 

Lógicamente uno mira siempre lo que tiene ante los ojos pero últimamente me he acostumbrado a volver de vez en cuando la mirada para fijarme en el observatorio mismo y preguntarme ¿en dónde estoy? ¿por qué estoy mirando desde aquí y no desde otro lado? Y sobre todo ¿he elegido yo este observatorio (punto de vista) o me lo ha indicado alguien o algo?

Cuando me planteo tales cosas reconozco que soy presa de una gran inquietud ya que me hago consciente no sólo de mi subjetividad y susceptibilidad sino de la relatividad de todo cuanto existe. En este sentido resulta francamente desestabilizador comprobar cómo vivir en el miedo o en la tranquilidad, en el tedio o en el asombro, depende no tanto de lo que estás viendo sino desde dónde lo estas contemplando.

Muchas cosas cambian radicalmente de sentido y significado con sólo un pequeño movimiento de nuestra percepción. Por ejemplo, la mierda, con perdón, podía ser esa materia pestilente que todos conocemos o la maravillosa amalgama de agua, grasas, fosfatos, carbonatos y bacterias, imprescindible para la supervivencia de la vida en este planeta. Y el ano podría variar en un instante de ser el innombrado o ese acertadísimo diseño de la naturaleza que al disponer la vida entre un orificio de entrada y otro de salida permitió el desarrollo del sistema nervioso de los craniados.

Un paisaje no solo cambia si lo miras a ras de suelo o desde un avión, sino que a veces también cambia con apenas un giro de cabeza, un guiño, o una leve variación en la intensidad de la luz. Del mismo modo tu vida puede elevarse o hundirse con apenas un gesto, un leve cambio de actitud o de un pensamiento que cruza velozmente tu cabeza en un momento determinado.

Esta conciencia de relatividad es lo que hemos dado en llamar “aperspectivismo”. El aperspectivimo llevado hasta las últimas consecuencias podría llevarnos a pensar que todos los puntos de vista son igualmente válidos y que todas las conductas pueden justificarse desde según qué punto de vista, algo que es absolutamente falso pues tal y como demuestra la experiencia existen perspectivas distorsionadas y sumamente perniciosas tanto a nivel personal como colectivo.

Al contrario, esta conciencia de relatividad debería despertar en nosotros el interés por mejorar nuestras capacidades de discernimiento y de percepción cognitiva, para poder reconocer las mejores atalayas de nuestra vida, del mismo modo que el autóctono de una ciudad conoce el restaurante donde sirven la comida más deliciosa, el rincón del parque con más encanto o el mirador desde el que contemplar el atardecer más sensacional.